A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 8 de marzo de 2017

Para todas las mujeres... Sin importar el color de su piel o creencias..






Todas las mujeres, alrededor de este planeta azul que llamamos Tierra, conocemos, cuán inmenso son nuestros sentimientos, los sueños que nos habitan, el anhelo de superarnos a nosotras mismas y el demostrar que somos más que, un aparente cuerpo con ¨un par de poderosas razones¨...

A lo largo de mi vida profesional, he encontrado a mujeres que, como yo, comenzaron a trabajar a una edad muy temprana, las razones son diversas, múltiples quizás. Yo empecé a trabajar a los 17 años, no quedaba otro remedio, si quería también tener una carrera universitaria, lo hice, además de casarme a los 18 años, cuando empezaba el segundo año de mi carrera en la UCAB. Otras amigas y compañeras de trabajo, empezaron a los 14 años, con historias similares o en circunstancias más apremiantes que las mías...

Sin embargo, todas ellas, son hoy, no sólo mujeres exitosas a nivel profesional, sino que además han logrado sacar adelante una familia, con hijos que a su vez hoy, también estudian y trabajan, siguiendo el ejemplo de esa mujer incansable, que lo puedo todo, aparentemente.

Digo aparentemente, porque sólo aquel que comparte la lucha de estas mujeres, puede entender lo que es hacer tantas tareas simultáneamente, y a pesar de los problemas que se puedan presentar, en cualesquiera de los frentes en los que se desenvuelve, acompañar siempre con una sonrisa de bienvenida a todo aquel que llega a su puerta, así sea el intermediario de seguros que llega justo cuando faltan cinco minutos para terminar la jornada de trabajo, pero que toca a tu puerta siempre abierta, y te tiene sentada escuchando sus problemas e inquietudes, hasta las siete de la noche... Y tu familia, esperando a que regreses...

Lo viví infinidad de veces, pero el concepto de entrega y de creer en lo que hacemos, nos hace prestar el ¨servicio de atención de calidad¨a todo el que llega, nos llama o solicita nuestros buenos oficios, es decir, que intercedamos por ellos ante las altas jerarquías de la organización.

Dicho así, parece algo muy fácil, no lo es, a veces, cuando todavía nuestros hijos están en edad escolar, esa ¨mujer maravilla¨, hará malabares con el tiempo, levantándose a las cinco de la mañana, para dejar la colada montada, recoger la ropa del tendedero, montar la secadora, doblar la ropa que dejó secando la noche anterior, anotar lo que necesita comprar en el Súper, antes de llegar a casa, llevar a los chicos al colegio, buscarlos en casa de la abuela, o de alguna amiga que te ayudó ese día que no saliste a tiempo, y luego llegar a hacer la cena, revisar las tareas, organizar la ropa de la tropa y quedar rendida de cansancio a las diez de la noche y al día siguiente, vuelta a empezar...

Esto ocurre, en el mundo civilizado del Primer y Segundo Mundo..., en el mejor de los casos..., pero existe un número mayor de mujeres que tienen una vida todavía más complicada: son aquellas que sufren discriminación por su sexo, por su color de piel, por su religión o simplemente son consideradas ciudadanos de tercera o cuarta categoría. Esclavas en pleno siglo XXI, cuando no pueden tomar decisiones por cuenta propia, sino que están a merced del padre, del marido o de sus familiares masculinos. No tienen derecho al libre albedrío, no pueden enamorarse y vivir con la persona que aman, pues han sido ofrecidas en matrimonio a edades tan tempranas como recién nacidas, o cuando apenas aparece la primera menstruación...

Todas estas cosas ocurren, sin que hayamos podido avanzar en los  Derechos Humanos, para estas mujeres y su hijas. Me dirán que en el siglo anterior o en los siglos que nos antecedieron, nuestra condición era todavía más oscura. Lo sé, hemos sido incluso empaladas, en la pared, por cosas tan simples como decir que no, a un dueño de esclavos, a un caballero feudal e incluso a un Rey, la Princesa de Éboli, es uno de esos casos de la historia, que llaman la atención al respecto.

Sin embargo, en el mundo actual, en las grandes corporaciones, existen ya ejemplos de mujeres ejecutivas que han llegado no sólo a lo más alto de la jerarquía empresarial, sino que además, comandan un universo de gente, que apenas 40 años atrás hubiera sido impensable.

Hoy es nuestro día, pero en realidad nuestro dia son los 365 días del año, las 24 horas, que tiene cada día. Es un día, más bien para reflexionar sobre nuestro papel, nuestro desempeño y nuestras luchas y reivindicaciones sociales y económicas, pues todavía, hoy en día, una mujer sigue cobrando un 35 % menos que un hombre, que ejerce la misma función, y somos iguales, pero las empresas piensan que si estamos en edad de procrear podemos ser un ¨problema¨, sin embargo, seguimos demostrando nuestro tesón, nuestra entrega y nuestra profesionalidad. Somos seres humanos ¨multitareas¨y eso no es fácil, ni gratuito, no, nos cuesta mucho más de lo que alguien pueda entender o captar...

Amigas todas, lectoras, amigos, este es un día para reflexionar en la importancia y la cooperación mutua, que realizamos cada día de nuestra vida, a veces en silencio, otras tratando de llamar la atención, pero sin importar nuestra procedencia, raza o condición social, ambos, luchamos y compartimos la mayoría de las veces, un mismo objetivo, sacar adelante una familia, una empresa, una comunidad, un país.

Dios nos bendiga a todas y cada una de nosotras y a los hombres sabios y generosos que nos acompañan en el día a día. Para hacer de este mundo, en el que vivimos, algo mucho mejor, para las generaciones que nos sucederán.


Mireya Pérez



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